martes, 5 de julio de 2011

A SEIS AÑOS, SEGUIMOS EXTRAÑANDO A ALEJANDRO MENESES.



Sí, también era lunes y estaba nublado. Entonces también tecleaba en la computadora. Entonces no tejía recuerdos, sino trozos de imaginación, en los que una mujer mataba a su esposo y lo cocinaba. Era un texto pequeño, para el taller que Alejandro Meneses no volvería a dar. Para el miércoles, para PlantAlta. Era lunes y recuerdo la llamada, el temblor en la voz al otro lado del celular. Y luego sabría por qué: por las palabras espinosas que a mi vez debí repetir, concatenadas a un parece, a una dirección en el centro, a una esperanza de que la noticia no fuera cierta.

Pero lo era. Era tan cierta como que al domingo sigue el lunes, como el cielo nublado y el frescor de hierro en el aire y la tristeza de los primeros días de julio. Como la muerte de Alejandro Meneses.

Hoy recuerdo el taller y quisiera no hacerlo; no recordar, seguir asistiendo.

Hoy quisiera esperar el jueves o el miércoles, o ir mañana a buscarlo porque tal vez, muy probablemente, anda cerca, en el centro.

Hoy quisiera teclear ejercicios y cuentos para ir a mostrárselos, la última versión de la versión de la versión.

Y quisiera escucharlo de nuevo; no en una cinta, o en un disco de cuando la presentación de su Casa vacía; verlo, pero no en fotografías con seis años de antigüedad.

Pero no será posible otra vez. Y eso es una mancha negra en cada cuatro de julio venidero. Sólo queda recordar que era un lunes y llovía.

No hay comentarios: